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domingo, 2 de noviembre de 2014

Desde los albores de Guadarrama

Tal y como prometimos en la última entrada, este pasado miércoles visitamos la Sierra de Guadarrama en busca de sus peculiares granitos y no salimos sino estupefactos ante el esplendor de los aires de la montaña, las espléndidas vistas y, por supuesto, la geología.

A las 09:00 la mañana ya estaban todos en el punto de reunión, dispuestos a afrontar otra jornada más en el campo. Eso sí, nada que ver con la agotadora salida a Calatrava. En esta ocasión tardamos menos de una hora de ida y algo más en la vuelta debido al tráfico. Aunque esta vez no hubo amistosos turistas asiáticos.
El día fue caluroso, al igual que la semana anterior. El receso de la comida lo hicimos en la plaza mayor del municipio de Manzanares el Real, donde discutimos la enorme cantidad de kilocalorías de una "ensalada", cosas de la comida rápida; y donde Daniel se quedó con ganas de otro helado. La tarde concluyó cartografiando parte de la Sierra mientras un amigable grupo de cuatro vacas aprendía geología con nosotros.

Históricamente esta región conoció la mano humana allá por la Edad del Bronce, donde se encuentran algunas pinturas rupestres y cerámicas de la época. En tiempos medievales la Sierra sirvió como frontera natural entre cristianos y musulmanes durante la Reconquista de forma que ambos bandos podían defender fácilmente sus posiciones. Un ejemplo lo tenemos en la famosa Atalaya de Torrelodones, que da nombre al municipio y que se emplaza en su heráldica. En la época contemporánea, esta región fue testigo de la Batalla de Somosierra, que supuso una importante victoria de la Grande Armée sobre las tropas españolas. Más recientemente, fue un frente de alto valor estratégico durante la Guerra Civil.
¡Ha del castillo! Venimos a batallar por la geología de estas tierras. (Wikipedia)
Contexto geológico y cuaderno de bitácora
Dado que aquí hemos venido a hablar de geología, la Sierra de Guadarrama resulta del choque entre dos subplacas durante el Terciario. No obstante, los cuerpos plutónicos que aquí se encuentran datan del Paleozoico. Estos granitos constituyen aproximadamente el 50% de la masa rocosa de la Sierra y se formaron en un periodo de intrusión plutónica.
En este contexto, realizamos nuestra primera parada en una cantera en la localidad de Alpedrete para observar, como es evidente, granitos. Como los geólogos somos muy apañados y no nos gusta enrevesar las cosas, los granitos de esta zona son conocidos como granitos de Alpedrete. Impresionante, ¿verdad?
Cantera de Alpedrete, primer lugar de trabajo de la mañana.
El objetivo de esta primera parada era la caracterización petrogenética de los granitos de esta zona, donde se incluye la clasificación, textura, enclaves, forma de los cristales, tamaño, contactos, mineralogía, etc., cosa que se dio bastante bien y donde nuestro amigo Germán aprovechó, una vez más, la ocasión para buscar el chiste. Tienes un granito en el culo, esas eran las palabras de Germán a todo aquel que se sentaba sobre los granitos de la cantera. A este paso nuestro amigo tendrá su propia entrada en este blog antes de lo previsto.

A lo largo de toda la trinchera estaba el dique de gabro.
La segunda parada, no muy lejos de la primera, consistió en una cartografía de la zona de Cabeza Mediana, en la que diferenciamos dos tipos de granitos y dos diques. El primero de estos granitos es el de Alpedrete, cortado por un dique de pórfido y otro de gabro, del que solo quedaban los restos ya que fue explotado en su totalidad para el adoquinado de las calles.
El sol azotaba y la colorida cartografía le daba belleza al mapa topográfico impreso en blanco y negro mientras la mañana avanzaba, al igual que avanzábamos nosotros en busca del segundo granito y su relación con las otras unidades.
Este se encontró al cabo de un rato. Se diferencia del granito de Alpedrete por sus tonos amarillentos o rosados, y se le denomina granito de Cabeza Mediana o granito rubio (difícil de recordar, ¿eh?).
Tras cartografiar una buena superficie y cercana la hora de comer, podíamos poner rumbo a Manzanares el Real.

Una vez lleno el buche y emplazados cerca de la Ermita de la Virgen del Rosario, en Soto del Real, realizamos nuestra última tarea del día: una nueva cartografía. Esta vez entre el granito y el encajante metamórfico. Para ello había que ganar en altura. Hay que mirar hacia arriba, no hacia delante. Así que pusimos manos a la obra y en un par de horas habíamos terminado (teniendo en cuenta que ahora anochece bastante pronto y todavía había que emprender el camino de vuelta). En el punto más alto al que subimos encontramos cuatro vacas a las que, según parecía, la geología les llamó la atención ya, que no paraban de mirarnos. Por supuesto, y como es de obligado, uno no puede irse de lugares así sin disfrutar de las vistas por muy cansado que esté.
Dos de las cuatro vacas aficionadas a la geología. Pronto publicarán su primer artículo científico.
Y dado que la fotografía inmortaliza y salva de caer en el olvido a las bellas estampas, no podíamos despedirnos (solo hasta la próxima entrada) con una de estas estampas.
Un atardecer más en la Sierra de Guadarrama.


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